Fue en un mes de julio en el que las temperaturas estaban siendo más elevadas de lo que era habitual. No recuerdo muy bien qué año era, pero no hacía mucho que había comenzado el nuevo siglo y fue poco después de que se publicara el asunto del sabueso... quizá 1902 ó 1903, pero no estoy seguro.
Nuestro ya viejo conocido inspector Lestrat había venido a vernos una mañana para pedirnos que le acompañáramos a una dirección en la que había aparecido el cadáver de un anticuario.
Según nos contó de camino, Walter Harrison era un anticuario de sesenta y tres años que había aparecido muerto de un fuerte golpe en la cabeza, al parecer propinado por un agresor que había utilizado un atizador que había abandonado en la propia escena del crimen, arrojándolo al lado del cuerpo.
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